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El profesor Santiago Amón
Artículo de Alfonso Usía publicado en la
revista Época
Santiago Amón
En sus clases, inolvidables, se aprendía de todo.
Literatura, música, arquitectura, cine, toros...
y ética. Fundamentalmente, ética
Se cumple, en los próximos días, el décimo aniversario del
fallecimiento de Santiago Amón. Un sabio, un hombre bueno. Fue mi profesor de
Latín y Griego, y si me está permitido escribirlo, de todo lo demás. Murió en un
helicóptero que se estrelló en el muro rocoso, no demasiado alto, de La Cabrera,
a cincuenta kilómetros de Madrid. Paso por La Cabrera con frecuencia, camino del
norte o de vuelta de La Montaña, y siempre hundo mis pensamientos en la
fatalidad del destino. Santiago era un hombre de tren, y había elegido el "Talgo"
para hacer ese viaje a Aguilar de Campóo, pero la entonces directora general de
Tráfico, Rosa de Lima Manzano, le invitó a compartir con ella el helicóptero.
Asistían a un acto presidido por la Reina con la recuperación del tesoro
románico como motivo, a la que Santiago había contribuído con toda la fuerza de
su amor y de su sabiduría. Nacido en Baracaldo, Amón era palentino de pura cepa,
castellano alto, castellano místico. Cuando falleció era la voz de Antena 3 de
Radio, su cultura, su humanismo y su humor. Después llegaron los malos tiempos
de aquella emisora inolvidable, los acosos a su libertad, los compromisos que
determinaron su desaparición, los pactos tremendos que la fulminaron, pero como
bien dijo Manuel Martín Ferrand, Antena 3 de Radio empezó a morir cuando
Santiago se rompió en aquella maldita roca de La Cabrera.
Santiago Amón fue un profesor que nunca suspendió a sus alumnos.
-Están ustedes aprobados-, nos anunció aa sus discípulos el primer día de clase.
-Pero aquel que no estudie y no se interrese por la lengua madre -se refería al
latín-, debe saber que es un perfecto imbécil.- En sus clases, inolvidables, se
aprendía de todo. Literatura, música, arquitectura, cine, toros... y ética.
Fundamentalmente, ética y estética, el fondo y la forma para enfrentarse a la
vida y al futuro. Y también sentido común.-Señor Cobo ¿qué es más perfecto, un
hipopótamo o un Rolls Royce?-; -El hipopótamo, don Santiago, por ser una obra de
Dios-; -De acuerdo, señor Cobo. Por decir que el hipopótamo es más perfecto que
un Rolls Royce, abandone la clase inmediatamente-.
Se sabía de memoria toda la poesía española. San Juan de la Cruz sobre todos.
Cuando su ánimo rozaba la tristeza, se recuperaba con Juan de Yepes. Sólo he
conocido dominio semejante en Víctor García de la Concha. Pero Amón se movía con
la misma maestría por la obra de los poetas locales, y los marginales. Saltaba
de Benigno Alejandro Carriedo a Carlos Oroza, compañero de sueños insensatos en
la barra del Gijón. En cualquier madrugada de invierno, se distinguía su perfil
en la cola para conseguir una entrada para cualquier concierto, y entre Virgilio
y Homero, acompasaba el ritmo de la Quinta de Beethoven dirigida por Von Karajan,
o Fürtwangler, o Celibidache. De la poesía de Alberti -"da su junco a la media
luna fiera y a la muerte su gracia, de rodillas"-, pasaba a la demostración
práctica en el centro de la clase, y nos regalaba la estética de un natural de
Pepe Luis, de un ayudado por bajo de Antonio Bienvenida, o de una verónica de
Ordóñez. Había sido seminarista para estudiar y antes de dedicarse a la
enseñanza, pasó por la obligada fase de la lucha clandestina contra el
franquismo en las filas del Partido Comunista. Sus camaradas de célula eran
Sánchez Dragó y Xavier Domingo, y acabaron por ser expulsados del PCE por
comerse en las fondas y beberse en las barras el dinero de Moscú. Como todos los
que se desencantaron de la gran mentira, se convirtió en un anticomunista a
ultranza, sin renunciar jamás a su militancia en la Izquierda. Enseñaba
tolerancia, respeto, libertad, sentido común y decencia. Fue el primer profesor,
en los años 60, que permitió una votación democrática y libre en una clase de un
colegio de Madrid para elegir algo insólito en aquellos tiempos. Si la
fotografía que había de presidir el aula era la de Franco o la de Don Juan De
Borbón. Ganó las elecciones Don Juan y Franco fue depositado en el armario de
los borradores y las tizas. Fue denunciado por el comisario político que daba
clases de FEN (Formación del Espíritu Nacional), y el asunto llegó a mayores. El
ministerio de Educación intervino y el director del colegio, don José Garrido
Casanova, fue citado por el ministro de turno y amenazado de inhabilitación.
Pero don José se mantuvo en sus trece. -Si Don Juan ha sido elegido por los
alumnos, esa clase la presidirá Don Juan-. Y así fue. Y la presidió siempre,
incluso cuando le tocaba el turno de clase al comisario falangista, que dicho
sea de paso, daba la clase al aire porque ninguno de los alumnos asistíamos a su
tostón.
Hace diez años, un maldito helicóptero que nada le sugería, volando entre la
niebla, interrumpió su camino al toparse con una roca de La Cabrera. Allí se
detuvo el presente y el futuro de Santiago Amón. Su recuerdo no. Su memoria es
vida para todos los que fuimos sus amigos y recibimos la generosidad de su
sabiduría. Hoy, a mis hijos, les digo lo mismo que el día de su muerte.
-Mientras yo viva, en esta casa, la muerte de Santiago Amón es sólo un rumor que
nunca se confirmará-. Y así seguimos, diez años después. Alfonso Usía
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